Indoloro.
Alguien debería educarte.
No lo digo sin colocarte
en primeras vistas.
Rechina la tiza
en la pizarra.
Primera clase. Anota y presta, no, regálame la atención. No la vas a necesitar para otra cosa.
Adios, adios ya no me importas. Atiende bien a las letras mayúsculas, fijate el subrayado.
Este es mi oficio, sin vacaciones. Dia a dia. Noche tras noche. Una cuadra para entrar en línea y otra
cuadra larga para cruzar la paciencia, la tranquilidad. Esperate que ya llega el tema.
No queda nada pues andas dando vueltas como, con y silbando mosquitos. Contando mentiras de libertad y robos. Extravió, eso es, de la vergüenza. Me pregunto casi a diario donde se te cayo la cara o la mascara o el antifaz. Que perdida de sentimientos.
No sabia.
No sabia que mi colegio era un criadero de brujas.
Si, de esas que montan escobas y revuelven brebajes de colores incandescentes.
Por miedo es que andas así. Cauteloso como gato en vecindario de hocicos húmedos, ladridos de medianoche y gritos en el rio donde suenas piedras que traen cantos mas apacibles. Donde paz es lo que respiras y yo corto las raicillas de mi lugar favorito. Te lleve para compartir el frio de las hojas, el polvillo de otoño y la inundación nítida en verdes, amarillos.
Ya no duele nada que no sea lecciones. Es indoloro y sin olor a pasado vencido, fuera de tiempo.
Quitate la cabeza. Vamos a encerrarnos dos horas.
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