Recuerdo ajeno.
Ya el no entendía porque sus días se iban oscureciendo incluso en las mañanas con un agradable despertar con unos suaves ocres de luz que rompían la oscuridad del cuarto. Un aleteo en la ventana lo terminaba de despertar. Las guacamayas en esos tiempos tendían a visitar la ciudad y ser alimentados por casi todos con semillas de girasol y las frutas de sobra de las meriendas. Ellas dejaron de venir con el tiempos hasta que llego un verano largo en Caracas, un calor, sudores desde la mañana hasta la puesta del sol para ser acabado con una lluvia que permitía dormir a las familias tranquilamente hasta la madrugada cuando los padres se levantaban a preparar el dia y terminarlos cansados y mal dormidos. Las guacamayas vivieron a visitarnos mientras las amigas de la abuela, papa y yo íbamos a tonar un cafe, un cafe de esos quemados y concentrados. La abuela vinos cargando las bandejitas con cinco tacitas y un plato rebosan...