Recuerdo ajeno.
Ya el no entendía porque sus días se iban oscureciendo incluso en las mañanas con un agradable despertar con unos suaves ocres de luz que rompían la oscuridad del cuarto. Un aleteo en la ventana lo terminaba de despertar. Las guacamayas en esos tiempos tendían a visitar la ciudad y ser alimentados por casi todos con semillas de girasol y las frutas de sobra de las meriendas. Ellas dejaron de venir con el tiempos hasta que llego un verano largo en Caracas, un calor, sudores desde la mañana hasta la puesta del sol para ser acabado con una lluvia que permitía dormir a las familias tranquilamente hasta la madrugada cuando los padres se levantaban a preparar el dia y terminarlos cansados y mal dormidos.
Las guacamayas vivieron a visitarnos mientras las amigas de la abuela, papa y yo íbamos a tonar un cafe, un cafe de esos quemados y concentrados. La abuela vinos cargando las bandejitas con cinco tacitas y un plato rebosante de galletitas doradas rociadas de ajonjolí tostado recién horneadas.
Olia maravillosamente esa mañana. Julio se había ido a trabajar y Alicia me despedia despertandome con susurros y besitos en la oreja, como añoro eso si hay algo que añoro, yo me levante medio despierto para hacer la típica rutina que es de todos de ir a lavarse la car, desayunar y vestirse. Mañana cumplia diesisiete años, la emocion iba mermando pues sabia que no habia mucho que celebrar aunque para ser sinceros siempre me habia, se me exigía tantas cosas que no puedo decierlo con certeza; había abandonado tantas cosas a esa edad que se me desmoronaba la alegría de solo pensar en los fracasos constantes de mi adolescencia primera.
Cumpli los dicisiete años y cuando desperte estaba solo en casa. Quedaban los restos de la fiesta, pequeña fiesta pero grande para el departamento donde vivíamos con la abuela. Una partida de blacjack a medias, una mesita con dominos y vasos de whiskey envueltos en servilletas, la cocina atestada de platos y una hookah que habíamos prendido por tradición. El carboncito aun humeaba levemente y sin muchas vueltas me puse a fumarlo. Mire al techo hasta que no vi nada mas que la blancura y algunos cachos que empezaban a desprenderse de la humedad, desvariaba entre pensamientos, era la primera vez que en la casa se podia escuchar el silencio salvo por la calle y los coches y sus bocinas. Aisle esos sonidos y solo pense en quien seria despues de la mayoria de edad. Preguntas y preguntas se empujaron para reclamar mi atencion pero nada pudo hacerlo hasta que pense en mama y si ella estaria orgullosa de lo que soy ahora. Pense lo tradicional: Si ella estuviera viva ¿Algo hubiera cambiado?
Se me estaba acabando el tabaco de la hookah y, no sabia como, también el vaso de whiskey.
Me dormí y me despertaron las guacamayas.
Esto es un recuerdo que no es mio y, al parecer de nadie que haya estado cerca de mi, tal vez sea una vida paralela donde vivo con Julio, Alicia y la abuela. Que si vivi con la abuela pero no con Julio y Alicia.
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