poema dedicado a una persona que olvide recientemente.

 Espero que lo leas y, si lo lees, espero que no esperes esta espera maldita, este espacio en blanco entre páginas y líneas arrancadas y entre cuadernos debajo de la cama y todos los regalos sin abrir: 

El olvido. 

Con este dicho no tengo mucho más que dedicarte, esto es lo último que he retenido.


    El tesoro está apostado sobre la luna, bajo

    allá abajo donde los susurros son gritos 

    donde la tierra me llama y donde sé que

    encuentras el perdón, extendiéndomelo 

    con tus propias manos, me has perdonado

    los besos, el exceso y los asesinatos que por vos

    cometería. No tendría la necesidad de pasar el rato

    en tus otros brazos, imaginando que son tus brazos ni 

    tus cabellos, ni tus palabras, ni tu sonrisa, ni su casual

    parecido a ti. Qué tonto he sido. 


    Ven a mi estrella caída, 

    soy tu llamada de la caída, del escape

    cuando quieras oír lo que quieras oír 

     lo que estabas esperando para caer 

    ya, ahora, no tienes que tener miedo nunca más

    más que la tristeza de terminar 

    y si compartimos la caída

    compartamos también la tristeza. 


    Dime que has aprendido a amar a otro 

    tan mágico como la madrugada de esta soledad

    de la celda en la cual encuentras mi reflejo. 

    Corre antes que la noche caiga, ve

    a tu casa evitando sentir lo que quieres sentir

    conmigo podrás tener un «para siempre» que dure un par

    de inviernos sinceros.  


    Te daré algo tan real que el tesoro será olvidado 

    las creencias despedazadas

    la muerte evitada

    el otro no existirá, la otra no la conoceré 

    serás tú, entonces, la eterna despedida, pues

    nada de esto es cierto.

    Todo lo he olvidado.  Qué tonto he sido. 


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Gracias por dejarme solo.

a donde van mis letras cuando no estoy con ella.