El sábado pasado fue atemporal, rápido y fugaz. El señor Zabal despertó a las once y cuarenta de la mañana tras una noche en la que un exceso consumista le enseño el VIP de un boliche de la zona. Poco recordaba de que tan bien la había pasado anoche, sabía que estuvo hasta las cinco de la mañana en una casa al noroeste de la ciudad, cagándose de frío y aniquilando las nauseas con tres vasos de un Fernet de segunda marca y vaya marca que dejo en su estómago si hablamos de marcas. Despegándose de charcos de vómito levantaba su cabeza que no podía pesar más que cuatro autos militares, el piso se movía al balanceo de unos pies insensibles, la sangre no llegaba.
Pero bueno, que importa, ¿no? ¡Que nos importa lo que le haya pasado al señor Zabal!, sí es que existe algún hombre que se llame así o si es que acaso se le puede llamar señor.
Esto es un manual práctico para construir, pero, si voy a serles sinceros, aún está incompleto. Estoy al tanto de mis limitaciones y calambres de exigencia personal, lo sé y los he visto a los ojos. La mayoría del tiempo tengo que aguantarme a mí mismo, tengo que reconstruirme porque aunque puedo elegir no deshacerme por la mañana, al terminar el día, recaigo y caigo y vuelvo a caer en los ciclos que me llevan a dormir para un intento más que no necesito intentar. La típica imagen de un perro acomodándose en su cucha les servirá de visualización para quienes les gusta aprender por asociación y ejemplos cotidianos que no explican como resolverse cuando estamos metidos en una olla vaporera ¿Se entiende?
No claro que no. La costumbre de responderme es uno de los mayores desastres personales como sensiblero. Me enfrasco y, si tengo ganas, me meto en un frasco. Ahora ¿Quién abre el frasco? Yo siendo individuo tengo el deber de desenfrascarme cuando me convierto en uno, pero como también seguro han visto una araña, una hormiga, una mariposa, una cucaracha, no puede salir del frasco en que ha sido atrapada.
Ya que estoy por acá dando señales de vida para quienes gustan darme cinco minutos de atención (como el insecto en el frasco) Vengo a darles la práctica de como salir de allí cuando, lo que normalmente sucede con los manuales, quién los escribe (uno, yo) no he podido salir aunque de cuando en cuando he estado afuera. Me han puesto la correa a mitad de la madrugada para llevarme a callejear ¡A un insecto!
El sábado pasado fue atemporal, fugaz y rápido.
El sábado pasado fue rápido, atemporal y fugaz.
El sábado atemporal fue fugaz, rápido y pasado.
El sábado pasado quedo en el pasado; sin embargo, he de decir que fue.
Fue atemporal, fugaz y rápido. Los manuales deben ser como los sábados.
Manual de los sábados.
Entiéndase que este manual está hecho para que los sábados, después de los sábados pueda recomponer algo de lo que se ha perdido durante la semana, por lo tanto, los domingos comience a usarse este manual con el fin primero de darse un lugar para pasar la noche antes de que comience la semana. Será entonces importante (importantísimo) la compañía del calor. Un fuego, una piel. Arroparse en la noche en la que poco podremos soñar: sudor, alientos desesperados y, si usted desea, algún temblor.
Acá le dejo a usted, estimado lector, unos pares de consejos sumamente útiles y necesarios una vez pasado el requisito indispensable del calor no sin antes dejarles claro la advertencia de que no todo lo que leas, veas y cualquier caso no contemplado en el manual práctico para hacerse o el manual de los sábados es justamente el propósito de hacerse.
¡Un manual que no contenga respuestas!
1. Avalancha existencial.
Una crisis como la que se tiene a menudo en aquellos que osan retar a la vida cotidiana con una actividad humana carente de sentido. Viene así como está descrito: una avalancha. El mínimo eco la desata, un rebote, una liebre saltando por la montaña y, la mayoría de las veces, llegar de madrugada a casa.
Para aguantarla y digo aguantarla porque no se puede salir excavando ni correr de ella se puede con dos simples herramientas: obviarla hasta llegar a los cuarenta o espiralizar las preguntas.
Recomiendo la segunda. Te traerá tormento e inseguridades, aunque conforme pasen los sábados un ápice del ego podrá ir muriendo y debelándote las respuestas.
La primera está bien pero cuando llevas deudas, hijos, perros o un trabajo agotador que no te deja preguntarte nada porque tu cuerpo quiere dormir ya es muy tarde; la avalancha te sepulta.
El hombre está condenado a esta existencia donde la libertad es el valor primordial, el valor de cambio, la regla que gana a cualquier otra regla y entonces, usted y yo estamos en el mismo plano en cuanto a libertad se refiere, somos libres, ilusos de elegir nuestras preferencias individuales, pero las colectivas, el otro, el fuego solo podemos tomarlos como actores de una gran puesta en escena.
2. Amanecer nihilista.
Mi parte favorita. Cuando el sol sale todo está vacío, salvo las calles de las urbes en que vivimos. Los autos y autobuses, todos apurados para llegar del punto A al punto B. Los pájaros discuten sobre los quehaceres cotidianos y los perros lloran la partida de sus dueños. Los amantes se añoran y los compromisos se ven corrompidos por la búsqueda del placer.
¡Que maravilla! ¡Qué sentido glorioso!
Es ahí cuando miramos la tapa del frasco, de las cajas de cemento que son nuestros hogares y nos preguntamos o, en mi caso, afirmamos:
¡¿Nada tiene sentido?!
Estamos vacíos, carentes de la prima materia de la vida. Es hermoso. Tan hermoso. La certeza creará la incertidumbre y la incertidumbre creará nuevas certezas. Nunca se termina este ciclo que se alarga en el último paso para hacerse. Siga leyendo este manual y descubrirá que el amor que sentía anoche por otro cuerpo se ha camuflado por la ira, la venganza, el círculo que casualmente es la tapa del frasco que niega la existencia del insecto. Nosotros que después de los sábados hedonistas, de gloria, de la pútrida búsqueda del placer, es obligatorio levantarse, pero el cómo no se lo dará este manual, lo que sí, limpie su desastre, cambie las sabanas y recoja las tangas del suelo; un poco de decencia o no.
¡Que importa!
3. Absurdo, absurdo.
Cada vez más igual, igual a ayer, anteayer y los días libres paralizado por la igualdad de todo. Repetir. Repetir. Un descanso para comer. Repetir. Repetir. Un descanso para ver el cielo, aquella nube tiene forma de gato comiéndose unos cereales. Repetir. Repetir. Voy al baño. Me olvidé el celular. Voy al kiosco. Voy lento, compro como una jubilada. Miro los precios. No me decido. Un chupetín. Chicles, dos cigarrillos sueltos, los dos al hilo rápido. Vuelvo. Repetir. Repetir. Cuarto café del día. Dos vasos de agua y acidez estomacal. Entre el estrés y el estrés y la ulcera y lo mismo que no es lo mismo que lo igual y ayer fue ayer y que importa lo que paso hace dos años y lo que me queda por hacer y otra vez y otra vez. Repetir. Repetir. Hago reír y no me da gracia nada, la pierdo, se me escurre. Maldito día de mierda. No entiendo nada. No entiendo nada, La fantasiosa creencia de libertad. No entiendo nada. Quiero salir de acá, me voy, vuelvo y luego salgo por unas galletas. Me cierran el frasco. Repetir. Repetir. Dos más dos. No se en que gastar la plata. Me voy a tomar una siesta o mejor otro café por qué no puedo seguir perdiendo el tiempo y se me va, se me escurre, no tengo tiempo para lo que me gusta y ya no me gusta tanto, así que sera mejor probar cosas nuevas y, en serio, debería tomar un poco de aire, sol, una botella entera de fernet solo a pecho, así como me tomo todo. No entiendo nada. Mañana lavo la ropa, mañana lavo la ropa, mañana lavo la ropa, el piso, la ropa, el piso, las estanterías también que están sucias, mugrientas. Tengo que ser feliz y es sábado, es sábado, es sábado, es sábado. Después veré que es sábado y voy a salir, a donde ni idea, con quien sabrá dios y a qué hora regreso lo sabremos después del sábado. Ya está que más quieres. Repetir. Repetir. Termino el manual. Repetir. Repetir.
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