Desorden ideal.
Dominantes tiempos e indominable desorden. La ataraxia universal.
Las cartas lanzadas sobre la mesa, una, una vos, la voz implorando paciencia, otra mentirosa. La soledad del camino y un vaso a la mitad de birra. Las burbujas van hacia arriba, algo inevitable, algo natural. Luz cálida que se apoya en tus mejillas rebosantes de angustia y yo con ganas de escribirlos en versos y coros interminables en la piel de cada cual que lo sienta, a la hora que sea.
Desperté por la mañana con el almíbar picando la nuez, la manzana, lo que traga y lo que sangra. Escogí un lugar para mi importante y el significado sos vos, algo que se ve más allá de un beso o las manos en la cintura. Un sentido de cuidado y romántico. Idealizado. Soy yo quien escribe estas tonterías que piensa en un cuarto a luz roja, a cama ordenada y a mente inerte. Cansado de caminar me apoyo en la sonrisa que flagela una noche sin ganas de ser oscura, una sabana de árboles altos o playas de mar infinito.
No puedo intentar más que hacer cada respiración sin apuro esperando que venga la siguiente y esperando volver a la anterior. Lee este pasaje como si fuera tuyo, como si en una cafetería atestada el ruido es la compañía de la queja que llevamos entre dientes. El picor de lo dulce y esencial de poder dejarte llevar; un cuerpo flojo y cooperante en cada sentimiento. Se está incómodo, pero con tiempo y grasa podrá aceitarse el mecanismo que nos lleva a creer en una muerte deseada, dejarse morir o matar el elefante en tu espalda. Peco de ignorancia y aunque es bueno eso y no tan bueno, a veces puedo crear ficciones sin fantasía en solitario pensando en una voz que nunca podrá ser mía si es que realmente la quiero como una cosa. Acepto la incoherencia y la casualidad. Nadie necesita tenerte solo que este cuando se que puedes estar, ese es para mi el amor, no se define si no con la frecuencia y la misma es la ambigüedad de los significados.
Será este mi última aventura ¿Será ese el último de los intentos? Sé que no, pero nunca está de menos preguntarse, hasta que me digas, cuantas veces golpeaste un colchón suplicante de sequía, cuantas veces no has sabido interpretar los aires del sur y cuanto tiempo he estado esperando que el azar me dé una buena mano para apostar al rojo, a la pasión y no al negro abismo que mira allá a los adentros del tiempo perdido en malos romances.
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