Obsesión.
No importa el dinero. Solo lo suficiente para comer, pagar el alquiler.
Al menos esto aplica conmigo. No quiero que se vea ingenuo ya que no lo soy, no me siento, no lo soy.
Comprendo que para casi todos el dinero, la cantidad de bienes, el valor numérico en papel o en cuentas de banco ofrece un poder único e irrepetible. No preocuparse por las etiquetas y comprar lo que de en gana, en el tiempo disponible de una vida. No solo eso, claro que no. Tiene un diferencial como cada poder. Un encargo especial. Es la atracción de cual cuerpo se antoje, comida que desees, viaje u objeto que tenga un precio establecido por el mercado y la inflación anual de turno.
Se que hablar de esto denota envidia pero juro que no es el camino que deseo tomar.
Aquí les va pues.
Para mi el dinero dejó de ser fijación, una meta o un propósito. Vivo de esta manera para embarcarme en la obtención de mi obsesión fatal, mesiánica de controlar el tiempo. Si, se la locura que digo pero es el ultimo escalón del mundo pues si el dinero y su valor cambia por país, por dia, por propósito; el tiempo no ofrece variables y es absoluto. Cada quien sabrá a su manera de entender el mundo que vivimos dominados desde el nacimiento por la universalidad, incambiable y monárquica del segundero pasando cada estación del minuto completando las horas, los días y esta, es la única verdad verdadera. Mas que el dinero, el sexo o el amor. Lo he dicho. No tiene variabilidad y la falta de la característica hace de el un gobernante despiadado. Un Atila no muerto, no puede morir o dudosa eternidad de la reina Isabel.
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