Gatas. Modelos.
Este es mi pesar. He crecido y me ha asustado la persona que escondí debajo de la alfombra. Levanto su cuerpo del veneno en que lo sumergí, del adormecimiento que le obligue a tragar. La pena y la vergüenza me embarga el pensamiento. No tendría que haberle escondido, era mejor enterrarlo dado ese momento pero ¿para que? si ahora no hay manera alguna de encarcelarle la boca y su despreciable procesamiento del mundo.
Es iluso y cínico. Una combinación contradictoria que resume a la persona, un choque continuo de la fuerza imparable con un objeto inamovible. Seria muy malo de mi parte no admitir que algunos hábitos que potenciaban su actuar han desaparecido, no por completo, pero si han dejado un vacío silenciosos en la agenda cotidiana, Ha pasado de hacerlo todos los días, cada dos horas a una semana solo un día mientras charla conmigo un jueves o domingo por la noche.
Los dos celebramos el cumpleaños en la ultima semana de agosto y cada vez que me dirige la palabra es para hablarme de las mujeres que conoció este fin de semana, todas las semanas. El sale a patear las calles desde el viernes a la tarde hasta el domingo a la madrugada. Las mujeres a las que se refiere como "gatas" según el describe son de no creer. El no tiene nada que sea atractivo pero es verdad, siempre termina en un motel con las curvas mas empinadas que encuentre, con los labios carnosos, el tacto mas suave y aquel vientre delineado con sus propias marcas y sombras peculiares. Modelos, le trato de corregir, no me hace caso alguno pero se calla para dejarme hablar. Esta mucho mas interesado en mi opinión que antes, no es que le importe pero escucha con cierta atención.
Gatas. Dice mientras comienza aquel cuento con puntos fabulosos. Gatas con largas piernas. Nalgas con vida propia dice Charles. A veces es vomitivo lo que dice, lo que les hace y las hace hacer. Como gesticula y hace acto de sonidos, movimientos extravagantes con cadera digno de un baile latino. Palmadas aquí y allá. Escupitajos y saliva pegada a todos los cuerpos que pudo, que asfixio hasta la inconciencia o el clímax del asunto.
Yo soy de poemas en la oficina, de amores difíciles y versificados con libertad. De dolores de cabeza, estupor, temblores que tanto me afectan y ese odio que Romeo tendría a Julieta. Odio asesino, literalmente, eso es normalmente el suicidio; acto que no deja de rondar mi cabeza desde que conocí a Charles.
Ni hablar de como habla del orgasmo femenino. Ni hablar de como glorifica el suyo, de como se viene encima, adentro o quien sabe donde mas. Le dejo de escuchar para no envenenarme, de no apropiarme de sus palabras. De aquel momento que siempre repite:
"Esas gatas me miran como perras, me lo piden, me lo piden, me lo piden, yo les cumplo el deseo de ser maltratadas. De inyectarles la furia. De viola..."
Es acá cuanto le de grito para callarse. No soporto esas palabras. Por que no soy yo, jamás lo seré por eso nos separe en dos cuerpos. Separe el mar saldo, del agua dulce. El con sus andanzas y yo con mis dolores de cabeza.
Aun así, ese termino, gatas no es tan errado. Todas tienen algún parecido aunque no sea el mismo.
"Todas gritan" dice Charles, igual a las gatas en la madrugada cuando trato de dormir.
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