Cada pliegue. *

 Todos los días desde antes del dos mil he nacido, cambiado de piel, arrancando la dermis que oculta mis huesos a la vista. Quisiera parar de quitarme pedacitos, chiquitos e imperfectos. He probado varios objetos puntiagudos, con hojas empinadas, ínfimos cortes donde se curva la pelvis y mas arriba donde reposan los frutos de un árbol manso y ceniciento. Corto por arriba, dejando el beneficio de la duda, sin dudar que mas adentro será el final. 

El miedo de picar lagrimas y limpiarme la sangre de las encías. Este cuerpo putrefacto se desliza en la tierra con las hormiguitas, siseando, sacando la lengua y agitando la maraca. Sonajero. 

La fealdad habitable. Mi cuerpo lo desean esos seres pequeñitos que siguen su rutina, su trabajo para construir la colonia. Llevar a cuesta su peso y tres veces el peso de su cuerpecito. He matado un par de mosquitos, desmembrándolos por las alas y quitándoles sus patitas, se retuercen y agitan la barriga. Los estrujo devolviéndome esas gotitas tintas que me chuparon de la espalda. 

Succionado, drenado, dilo como suene mejor en vuestros labios o piquitos, como agujas, alfileres. 

Mis arrugas, patas de gallo tendrán su justa historia, como cada pliegue, como cada pagina. Entre ellas la sonrisa arrojada a tu placer, a mi placer entrando con la punta de la lengua. Estremecimiento de la tristeza ignorante, saber que no se cuando se hará la realidad, que se esfume la ficción y la desesperación de cada noche de conciencia.

Que divinidad tendria el mismo poder que yo si es que esta existiera y yo no, claro. Obviando que no soy real. Que no lo son los cortes y las escamas. Vere eso cuando llegue la carta o el horario de oficina, mientras aplicare la purga a aplausos en la madrugada, ahogare los gritos de la piel en la tuya. Tomare ser esa figura. Tomare de ti, obtendre la realidad de los pliegues escondidos a simple vista. Donde seco yo, siseo y sera, si lo quieres un final lento, lento, lento. 



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