LA IRA GALOPA.
La violencia, la ira para mí es la música de tambor, de caderas como puños a la cara, ver narices y mandíbulas descolocadas y saber que yo puedo hacerlo y (que en cierta manera me vitaliza) que aun así no lo hago. Mordiéndome los labios, no lo hago, créame. Aunque en estos últimos seis meses no han faltado las excepciones, solo he cedido una sola vez a esa deliciosa, manjar, estrepitoso y elegante emoción que es la ira. Un baile, golpeado, pero al final, un baile. He demostrado autocontrol en una gran mayoría de situaciones que antes no hubiera aceptado de casualidad y, en vez de ser el puño, la cara, me ha convertido en el alcohol y las curitas. No sé si esto sea crecer, madurar o tener un carácter mucho más fuerte, pero no dejo de pensar. Pensar y pensar que sería si en vez de esto que me hace dócil como un caballo en un pueblo turístico que dejo que se monten niños, mujeres y padres en crisis, que me dejan exhausto y sucio, malheri...